viernes, 25 de junio de 2010

Pasiones mundialeras


Nací y crecí en un país en donde el fútbol no es considerado el deporte nacional. Ese lugar lo ocupa el béisbol. Responsable de emociones cardíacas durante cuatro meses al año.

Jugar beisbol es lo natural. La mayoría de los niños tiene desde pequeños, un guante, un bate y una pelota. Y en cualquier espacio, con condiciones o sin ellas, se juega beisbol.

Sí hay algunos estados,en donde el fútbol está mucho más presente. Pero si generalizamos el gusto, tomando en cuenta la cantidad de seguidores, podemos confirmar que el béisbol es el deporte que mueve las pasiones en Venezuela.

Sin embargo, cada cuatro años, no nos quedamos por fuera de la influencia televisiva y del marketing en general, y nos incluimos en las emociones de los mundiales de fútbol, a pesar de que nunca hemos estado representados como país. Durante esos días, aflora la herencia europea que recibimos en la década de los cincuenta, y apoyamos a los equipos de Italia, Portugal o España; o en todo caso, si no tenemos a Europa en nuestros antecedentes, apoyamos a los poderosos de América Latina, generalmente Brasil o Argentina. La idea es celebrar, no quedarnos por fuera de lo que en ese momento es considerado importante.

Antes del mundial Corea 2002, se comenzó a invertir en la selección venezolana. A la par, que se generó una esperanza en la población. Lo que hizo que poco a poco la vino tinto fuese teniendo seguidores (muy necesarios a la hora de decidir si se sigue invirtiendo o no), y ponerse la playera de la selección se convirtió en la moda del momento.

La selección no fue al mundial ni en el 2006 ni en el 2010. Según he oído de amigos que siguen su participación en las preliminares, todavía les falta nivel: van bien pero juegan mal.

Por lo que en los respectivos mundiales, otra vez se ha tenido que recurrir a la herencia o al concepto de latinoamericanos, muy usado en época de mundial, y que ya después ni se menciona, y mucho menos importa lo que suceda en cada uno de los países que conforma esa región del continente. La idea otra vez es, celebrar. No quedarnos por fuera. Tener un motivo para ser felices, para sufrir, sentir, angustiarnos, es decir, para vivir.

Ahora vivo en México. Que sí juega futbol. Que sí va al mundial. Y definitivamente la dinámica es mucho más intensa, de lo que pude haber vivido antes. Porque ya es real, no es prestada.

El mundial de Alemania 2006, no lo observé demasiado, porque me estaba estrenando como mamá, y eso ocupaba todos mis sentidos. Pero, este mundial, sí que he tenido tiempo de vivirlo con más inclusión, en mi trabajo, en mi colonia, en mi ciudad, y sobre todo, a través de mi hijo.

En los tres partidos que ha jugado México, puedo afirmar de manera generalizada que se ha parado el país. El primer juego, que fue casualmente el juego inaugural del mundial, todos estaban pendientes de verlo: en los trabajos dieron oportunidad de no trabajar esas dos horas, en las escuelas no hubo clase durante el partido, y en en todas partes había televisores para poder disfrutar del primer juego. Fue empate. No hubo motivo para celebrar, pero tampoco para sufrir.

El segundo juego, con las mismas condiciones paralizantes tuvo un marcador diferente. México ganó 2 a 0. Ahora sí había motivos para celebrar. Todos estaban eufóricos y eléctricos. La ciudad se paralizó hasta muy tarde, porque por todos lados había gente gritando y bebiendo. Incluso mi hijo, cuando lo recogí ese día en la escuela, era el niño más feliz, y el que más sabía de fútbol: quiénes habían metido los goles, cuántos puntos tenía México ahora, cómo estaba la situación de Francia. Y sólo tiene 4 años.

Con el tercer juego, en idénticas condiciones de observación, el marcador terminó con derrota para México. Y aunque había frustración en los seguidores, había un sentimiento de conformismo, porque igual pasaban a octavos. Ese día, cuando recogí a mi hijo en la escuela, me dijo que "México perdió porque los uruguayos eran unos tramposos y se le encimaban a los mexicanos y les hacían bolita, y los señores no decían nada."

Definitivamente la experiencia es diferente en cuanto a la vivencia, pero igual de distractora de todo lo que sucede en el propio país y en el resto del mundo. Durante un mes, lo que importa es el fútbol, me guste o no me guste, lo entienda o no lo entienda. Hay un motivo para no pensar en la rutina, menos interesante o estimulante, pero real a fin de cuentas.

Es como si fuese una telenovela, con sus personajes y sus historias truculentas, pero que me aislan del mundo real, y me ubican en un lugar en donde otros sufren, pero que me permiten compartir sus alegrías. Mucho más sencillo, y sobre todo, muchísimo más atractivo.

Vamos a ver qué pasará el domingo, que México juega contra Argentina. Por lo pronto, ya mi hijo me dijo que "seguro México pierde, porque los argentinos son iguales de tramposos que los uruguayos".


3 comentarios:

  1. Como buen espectáculo basado en un leve hecho deportivo, el fútbol se comporta como narcótico colectivo, como dudarlo, de enorme éxito. Mas allá del espectáculo, es un terrible negocio que funciona con esa aplastante lógica que exhibe lo crematístico.
    Es increíble el poder seductor y obnubilante que genera... Es una pena, desde mi punto de vista, la alienación a que la gente gustosa se somete, y nos somete. Leyendo sobre lo que dices de Emiliano, me viene a la cabeza que hoy cuando recogí a Simón en la guarde, salía todo contento agitando una banderita de España, y no ha cumplido aun tres años. Desde luego no supo decir quien marco los goles, ni siquiera vio el partido, pero, visto lo visto, temo que esto no ha hecho sino empezar...
    Al menos su maestra tuvo el tino de decir que Simón en realidad debía de agitar tres banderas distintas, pero que no hubo tiempo de prepararlas. Y yo, que hace rato deje de abrazar banderas, respire aliviado. Mejor luchar solo contra una que contra tres.
    Bien por el blog.

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  2. Yo pienso que México perderá simplemente porque los argentinos son mejores jugadores. Como leí en twitter: si México quiere ser protagonista algún día, debe aprender a hacer menos sandwich y más goles :-) Saludos!

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  3. En cuanto a fútbol se refiere, Venezuela es un país que adolece de estrellas y equipos ganadores y competitivos en lides internacionales, como lo es actualmente el mundial Sudáfrica 2010.

    Aunque el fútbol se practica en Venezuela desde hace más de 50 años, es en los últimos 12 años que ha mostrado un desarrollo interesante, lo cual ha hecho ascender al equipo nacional en el ranking FIFA, e incluso a albergado esperanzas en los seguidores, pero todavía, ni su selección ni sus seguidores han tenido el placer de disfrutar un evento de esta talla.

    En Venezuela el fútbol se vive por temporadas, cuando “da la fiebre”, durante las eliminatorias pre mundialistas, no como ocurre en países de tradición futbolera, donde todo el año el fútbol es el tema.

    En estos países, durante la temporada, su gente comenta y discute los partidos, critican jugadores, árbitros y entrenadores, y coincido contigo Maru, los fanáticos siguen el futbol cual novela, que no se pierde ni el ama de casa. Fuera de temporada, se especula quién será el próximo fichaje y cuanto le costará al club. Son fanáticos que viven del fútbol y para el fútbol. No hay socio de club que falte a un partido o persona que desde su casa no vea por TV o escuche por radio el partido de la jornada.

    En Venezuela, algo similar se vive con el baseball, pero no con la misma intensidad con que se vive el fútbol en países como España o México, no solo por lo que comentas Maru, sino por lo que se vió por la TV, impresionante la cantidad de gente que se aglutinó en el Zócalo. El fanático de fútbol venezolano es diferente.

    A mi modo de ver, en Venezuela existen cuatro tipos de fanáticos:

    Están los “inmigrantes” y sus descendientes, aquellos que sienten la camiseta, que sufren cada minuto de cada partido y se entristecen cuando pierde su equipo y siguen con pasión los mundiales, las eliminatorias previas, las ligas de sus países de origen y cada evento futbolístico que se presente, principalmente italianos, portugueses y españoles.

    Están los “siempre ganadores”, aquellos que no resisten ser perdedores, aquellos que siempre se deben sentir bien, que siempre apuestan al “mejor”, ni por error van a un equipo perdedor o a uno de menor jerarquía. La falta de un equipo que los represente, los hace albergarse en “falsos sentimientos” y en equipos principalmente ganadores como Brasil o Argentina; los ves vistiendo los colores de estos países, amparados en una supuesta “afinidad latinoamericana”, cuando estos equipos, realmente piensan única y exclusivamente en sus países y en su gente. Lo cierto es que siempre deben festejar y celebrar. ¿Por qué van a México, a Paraguay o a Chile? ¿Dónde queda la supuesta afinidad latinoamericana? Van a los mejores, no hay posibilidad de perder y si la hay para sentirse ganador. Es impresionante ver a este fanático apostando y discutiendo con otros fanáticos si tal o cual equipo es mejor o peor o si “su equipo” será el ganador. Los ves en tascas, restaurantes y plazas, los oyes gritando los goles, saltando, elevando los brazos, festejando la victoria, son venezolanos con actitudes que no manifiestan cuando juega la Vino Tinto.

    Están los Vino Tinto, aquellos que siguen hasta la muerte a la selección venezolana, aquellos que no pierden la esperanza en ver algún día a su selección en un mundial, aquellos que, aunque fuera de este magno evento, visten con orgullo la camiseta nacional en cualquier época del año y ven y disfrutan el mundial porque les gusta el fútbol ¡y como no verlo, esperamos cuatro años!. En este grupo se incluyen los hijos de los inmigrantes que siguen y adoran a la Vino Tinto, tienen “doble nacionalidad”: inmigrantes por su origen y vino tintos de nacimiento.

    Y finalmente tenemos a Carolina que sigue a los equipos sentimentalmente, por ejemplo es seguidora del Barcelona porque adora a Gaudi, por otro lado antes era seguidora de Brasil, porque estudió Portugués y ahora extrañamente le gusta México, ¿Por qué será? Besos Julio Magdalena

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