jueves, 16 de junio de 2011

Política, región IV


Tengo un becario, que cuando uno le pregunta qué quiere ser cuando sea grande, responde muy ufano: quiero ser presidente.
La primera vez que lo escuché, no pude dejar de experimentar un deseo de apretujarle los cachetes y decirle: ¡chiquito hermoso! por lo inocente que me pareció su respuesta. En esa oportunidad, su respuesta me sonó a la de los niños, que cuando le haces la misma pregunta, salen con: quiero ser bombero, quiero ser policía, o como me dijo un día mi hijo: quiero ser cajero del walmart, porque tienen mucho dinero y pueden comprar las golosinas que siempre tienen cerca.
Muchas veces después, le he hecho la misma pregunta a mi becario, y lejos de haberse arrepentido (hay tantos motivos para hacerlo) y haber cambiado de opinión, pareciera que sigue más convencido que nunca. Pareciera incluso, que estuviera puliendo la idea y se encuentra afinando detalles de logística de su gobierno.

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Ayer fue el segundo debate entre los candidatos a gobernador por el Estado de México. Absolutamente más de lo mismo: propuestas increíbles, y no por grandiosas sino porque ni ellos mismos se las creen, y un deseo profundo de fregar (por decirlo bonito) al otro. Pareciera que la única manera que tienen de sobresalir, no es haciendo propuestas reales para el ciudadano promedio, sino demostrando que no se tiene un pasado taaaaaaan obscuro como el del contrincante.
Total, que con debate o sin él, las clases bajas (la gran mayoría de los votantes) votarán por el candidato del PRI que es el que ha prometido, regalado y fotografiado más, pero no porque represente una oportunidad real de mejorar la calidad de vida de millones de personas. Ya de entrada sabemos, que eso no ocurrirá.
Y no sólo se sabe con él, se sabe de antemano con los otros candidatos. Tenemos la certeza absoluta de que el que llegue al poder, local o nacional, no va a preocuparse por generar oportunidades equitativas para vivir TODOS una mejor realidad, sino que va a enfocarse en sus beneficios y en el de los que estén cerca de él.

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Sabrá mi becario que para llegar a ser presidente, no es cuestión de prepararse mucho académicamente, como él inocentemente cree, sino de ir buscando un padrinote, tipo Peña Nieto, que le enseñe a prometer sin ninguna vergüenza, a mentir con absoluta desfachatez, a regalar para no solucionar, a eliminar al contrincante de la manera que sea; en fin, que le enseñe las reglas básicas de cómo se juega a la política, si se juega a ganador.
Mi becario es rubio, ojos azules, de buen parecer. Con esto y aprendiendo lo anterior (y bueno, si se casa con alguien del mundo de espectáculo, mejor) ya tendría frente a mí, al próximo presidente de las elecciones del 2030.

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