miércoles, 5 de enero de 2011

Año nuevo, vida... ¿igual?

Comienza un nuevo año y, como siempre, comienza repleto de buenas intenciones. Como si nos convirtiéramos en otras personas, que ahora sí vamos a hacer lo que otras veces hemos prometido y prometido, y nunca hemos cumplido.

Voy a hacer ejercicio, voy a comer menos, voy a darle duro al inglés, voy a ser más ordenada, voy a ser más antiparabólica con todo lo que no controlo, voy a , voy a....

¡NO!

Prometerme eso, es garantizarme nuevamente el sentimiento de frustración, por el incumplimiento de lo prometido. Porque para poder hacer todo eso, me tengo que convertir en una persona que no soy: mis ganas de hacer ejercicios llegan al miércoles de cada semana, igual que las buenas intenciones de dieta, igual que el inglés, mucho más con el orden, e infinitamente más con la indiferencia del mundo exterior.

Por lo tanto, este año me he prometido algo que sí puedo cumplir, porque no implica volverme otra, sino que sí está en mis manos:

¡Este año quiero estar más tiempo con mi hijo y esposo!

No más. Con que logre eso me sentiré completamente realizada, y no me sentiré ni culpable ni triste de que pasa y pasa el tiempo, y mi chiquito se pone grandote, y mi esposo y yo trabajamos y trabajamos.

Quiero verlos, besarlos, abrazarlos, oirlos. Y tener tiempo para pasear y descansar juntos, sin sentir que el tiempo nos controla la vida, sino que logramos escaparnos de él.

De esa forma, todo estará en su justo lugar.

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