viernes, 21 de enero de 2011

Prácticas intolerantes, disfrazadas de creativas.



Presten atención a este proyecto académico que se lleva a cabo en muchas instituciones educativas:

Resulta que en la mayoría de las escuelas de secundaria y preparatoria (entre otros lugares) andan preocupados por el altísimo número de embarazos en adolescentes, por lo que han llegado a la conclusión de no sólo platicarlo en clase, en cualquier hueco que se pueda, sino que han ideado un proyecto que les permite a los jóvenes entender la enorme responsabilidad de traer un bebé al mundo y de cómo este hecho te cambia la vida.

El proyecto es: una pareja de chavo - chava recibe un o dos huevos, ya sin nada adentro, y el estudiante debe asumir durante dos meses que ese huevo es su hijo; es decir, deben cuidarlo, vestirlo, llevarlo para todos lados, generarle un ambiente de bebé (cunita, carriolita, juguetitos), etc., de tal manera que entiendan que si la vida se vuelve tan distinta, por decirlo de alguna manera, por el hecho de tener un huevobebé, debe de ser infinitamente peor, si el huevo fuese un niño real.

Hasta ahí va bien, digamos que un poco abstracto el asunto de creer que el huevo es tu hijo, pero bueee. Algo se te ha de quedar en la cabeza.

Lo que me parece horrible es lo que acompaña al hecho de tener al huevobebé por unas semanas: como todos venimos de un hombre y una mujer, pues un estudiante hace de papá y una estudiante hace de mamá. Se reparten responsabilidades de cuidado y "gastos".

Peeero esos padres, no sólo deben cuidar al nuevo integrante de la familia, sino que deben crearle un contexto familiar y deben dejar constancia fotográfica de todo eso. Deben casarse, con evidencia fotográfica de traje blanco y fiesta; deben irse de luna de miel (con foto), deben bautizar al huevobebé, deben hacerle fiestas de cumpleaños, llevarlo a una escuela, con foto, foto y foto. Es decir, deben hacer de mentiritas todos los rituales "normales" por los que debe pasar un niño para volverse un integrante estándar de nuestra sociedad.

¡¡¡¡¡!!!!!

¿Cómo es posible que, como dicen en mi pueblo, queriendo hacer una gracia les salga una morisqueta?

En estos tiempos que vivimos, en donde lo diferente y alternativo forma parte de la normalidad, donde mucha gente no se casa, donde las familias no son precisamente una mamá y un papá, sino que existen muchos tipos de familia en función de sus integrantes, donde no todos los niños son bautizados; es decir, en una sociedad en la que existen numerosas alternativas para vivir la vida, me parece triste y absurdo seguir vendiendo un único modelo de adultez.

Porque ese proyecto que tiene como objetivo explícito el de generar conciencia con respecto a los embarazos no deseados, lleva como objetivo implícito el condicionamiento de que existe sólo un modelo de ser adulto, y eso, en mediano y largo plazo genera intolerancias hacia la diversidad, que es precisamente una de las características fundamentales de las sociedades actuales.

Si seguimos vendiendo un sólo estilo de ser adulto, pues entonces fomentaremos actitudes negativas a lo que no entra en ese único modelo. Y la idea debería ser, generar en nuestros hijos, apertura hacia lo diferente, ya sea en nuestra propia cultura o en otras, y no precisamente seguir generando posturas ideológicas totalitarias y absolutistas.


El lema debería ser: bienvenida la diferencia y la autodeterminación de cada quien, de vivir como se le plazca. Hablando en términos individuales, no sociales, aclaro.


miércoles, 5 de enero de 2011

Año nuevo, vida... ¿igual?

Comienza un nuevo año y, como siempre, comienza repleto de buenas intenciones. Como si nos convirtiéramos en otras personas, que ahora sí vamos a hacer lo que otras veces hemos prometido y prometido, y nunca hemos cumplido.

Voy a hacer ejercicio, voy a comer menos, voy a darle duro al inglés, voy a ser más ordenada, voy a ser más antiparabólica con todo lo que no controlo, voy a , voy a....

¡NO!

Prometerme eso, es garantizarme nuevamente el sentimiento de frustración, por el incumplimiento de lo prometido. Porque para poder hacer todo eso, me tengo que convertir en una persona que no soy: mis ganas de hacer ejercicios llegan al miércoles de cada semana, igual que las buenas intenciones de dieta, igual que el inglés, mucho más con el orden, e infinitamente más con la indiferencia del mundo exterior.

Por lo tanto, este año me he prometido algo que sí puedo cumplir, porque no implica volverme otra, sino que sí está en mis manos:

¡Este año quiero estar más tiempo con mi hijo y esposo!

No más. Con que logre eso me sentiré completamente realizada, y no me sentiré ni culpable ni triste de que pasa y pasa el tiempo, y mi chiquito se pone grandote, y mi esposo y yo trabajamos y trabajamos.

Quiero verlos, besarlos, abrazarlos, oirlos. Y tener tiempo para pasear y descansar juntos, sin sentir que el tiempo nos controla la vida, sino que logramos escaparnos de él.

De esa forma, todo estará en su justo lugar.