domingo, 18 de julio de 2010

Calgary I: transporte público

vs

En México, utilizo el transporte público, todos los días laborables. Así llego al trabajo, así me voy del trabajo. Invierto dos horas diarias de mi vida, en semejante asunto. Pero, muy por el contrario de parecerme una cosa realmente horripilante, a mí gusta: otro se preocupa por el tráfico, mientras yo veo por la ventana o sencillamente, me hecho unos sueños increíbles, con los que me bajo completamente renovada.
En Calgary, debemos tomar los autobuses si queremos movernos a cualquier lugar. Todo funciona para que tengas carro. Si no, la única opción es el autobús, que se conecta con una pequeña línea de metro.
El sistema de transporte es eficiente, limpio, puntual, pero nadie habla con nadie y el chofer sólo mueve la cabeza para "decir" sí o no.
Extraño el jaleo del transporte mexicano, he de reconocer.
El día antes de venirme, cuando iba en mi camión, que iba medio lleno, porque era la hora de salida de algunos trabajadores de la zona, un señor quiso bajarse por la puerta de atrás, y le dio al botoncito para avisarle al chofer que le abriera la puerta. Le dio otra vez, y otra vez, y como la puerta no se abrió, le gritó al chofer para que la abriera. Éste muy campante respondió que la puerta estaba mala, que había que chiflar para que él oyera, que nos disculpara, pero que se le había olvidado poner el aviso: FAVOR DE CHIFLAR.
Extraño eso.
Lo limpio, puntual y eficiente, no me llena. Refiriéndome al transporte, en especial, y a muchos otros aspectos, en general. De ellos estaré hablando en estos días.


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